Cabalgando al Tigre

miércoles, 31 May, 2006

Cuatro anécdotas sufíes contra la erudición

Filed under: Tradición Islámica — by Aspirante a domador @ 8:40 am

tejido15.jpgLA DISCUSIÓN CON LOS ACADÉMICOS

Se cuenta que una vez le preguntaron a Bahaudin Naqshband:

“¿Por qué no discutes con los eruditos? Tal y tal sabio lo hacen con frecuencia. Ello causa la total confusión de los eruditos y la invariable admiración de sus propios discípulos.”


Él respondió: “Ve a preguntarles a quienes se acuerden de la época en que yo también discutía con los académicos. Solía refutar sus conjeturas y sus pruebas imaginarias con relativa facilidad. Te lo pueden decir los que presenciaron aquellas discusiones. Pero, un día, un hombre más sabio que yo me dijo: “Avergüenzas tan a menudo y de forma tan previsible a los hombres estudiosos, que acabas cayendo en la monotonía. Y eso sucede porque lo haces sin objetivo alguno, ya que los académicos no tienen capacidad de comprensión y siguen disputando mucho tiempo después de que sus opiniones han sido echadas por tierra.” Y añadió: “Tus alumnos están en continuo estado de admiración por tus victorias. Han aprendido a admirarte, y en vez de eso, deberían haber percibido la inutilidad y falta de consistencia de tus adversarios. Por tanto, esa victoria tuya no es completa; así que has fallado, pongamos, en una cuarta parte. Además, tus discípulos gastan mucho tiempo en esa admiración, en vez de fijarse en algo más provechoso. Por lo que has fracasado quizá en otra cuarta parte. Dos cuartos son igual a una mitad. Te queda media oportunidad.” Eso ocurrió hace veinte años. He ahí la razón por la que ni me preocupo de los eruditos, ni molesto a los demás a cuenta de éstos, sea para alcanzar la victoria o para ser derrotado. De vez en cuando, uno puede asestar un golpe a los que se autodenominan eruditos, para demostrar su vaciedad a los estudiantes: es como si se golpeara una olla vacía. Hacer algo más es una pérdida de tiempo, y sería equivalente a darles a los intelectuales, prestándoles una atención gratuita, una importancia que sin duda no podrían alcanzar por su cuenta.”

AJMAL HUSSEIN Y LOS ERUDITOS

El sufí Ajmal Hussein recibía continuamente las críticas de los eruditos, que temían que su reputación eclipsara la de ellos. No escatimaron esfuerzos para sembrar la duda sobre su conocimiento, para acusarle de refugiarse de sus críticas en el misticismo, y hasta para insinuar que era culpable de haber realizado prácticas vergonzosas. Por fin, Ajmal dijo:

“Si contesto a mis críticos, aprovechan la ocasión para lanzarme nuevas acusaciones, que la gente cree porque les divierte dar crédito a ese tipo de cosas. Si no les contesto, alardean y se pavonean de ello, y todos piensan que son auténticos eruditos. Se creen que nosotros los sufíes somos contrarios a la erudición, y no es así. Pero nuestra verdadera existencia es una amenaza para la pretendida erudición de esos enanos ruidosos. La erudición desapareció hace mucho tiempo. A lo que ahora tenemos que enfrentarnos es a una erudición falsa.”

Los eruditos chillaron más fuerte que nunca. Al fin, Ajmal dijo:

“La discusión no es tan efectiva como la demostración. Voy a daros una idea de cómo son estas personas.”

Solicitó a los eruditos unos “cuestionarios” para que pudieran evaluar su conocimiento y sus ideas. Cincuenta profesores y académicos le enviaron los cuestionarios, y Ajmal los contestó todos de forma diferente. Cuando los eruditos se reunieron para hablar de estos cuestionarios, había tantas versiones distintas que todos pensaban haber puesto al descubierto a Ajmal y se negaban a abandonar sus tesis a favor de las de los demás. El resultado fue la célebre “trifulca de los eruditos”. Durante cinco días se atacaron los unos a los otros con saña.

“Esto”, dijo Ajmal, “es una demostración. Lo que más le importa a cada uno es su propia opinión y su propia interpretación. No les preocupa nada la verdad. Lo mismo hacen con las enseñanzas de todos. Cuando están vivos, les atormentan. Cuando se mueren, se hacen especialistas en su obra. Sin embargo, el único motor de su actividad es rivalizar unos con otros y enfrentarse a todo el que no pertenezca a su misma clase. ¿Queréis convertiros en uno de ellos? Decididlo pronto.”

LA SABIDURÍA DE LOS IDIOTAS

Bahaudin el-Shah, gran maestro de los derviches Naqshbandi, encontró un día a un compañero en la gran plaza de Bujara. El recién llegado era un kalendar (derviche errante) de los Malamati, los "Censurables". Bahaudin estaba rodeado por sus discípulos.

-¿De dónde vienes?-, le preguntó al viajero, con la expresión sufí habitual.

– No tengo ni idea -, dijo el otro riendo estúpidamente.

Algunos de los discípulos de Bahaudin murmuraron su desaprobación por ésta falta de respeto.

-¿Adónde vas?, prosiguió Bahaudin.

– ¡No sé! -, gritó el derviche.

-¿Qué es el Bien?-. Para entonces ya se había reunido una gran multitud.

– No lo sé -.

-¿Qué es el Mal?-.

– No tengo ni idea -.

-¿Qué es lo Correcto?-.

– Todo lo que es bueno para mí -.

-¿Qué es lo Equivocado?

Todo lo que es malo para mí-.

Las gentes agotadas sus paciencia, e irritada por este derviche, lo apartaron. Éste se fue caminando decididamente a grandes pasos en una dirección que no llevaba a ninguna parte, muy lejos.

-¡Idiotas!, dijo Bahaudin Naqshband, – éste hombre estaba representando el papel de la humanidad. Mientras vosotros lo despreciabais, él estaba mostrando deliberadamente la falta de atención que todos vosotros mostráis, de forma inconsciente, todos los días de vuestras vidas.

LOS MENDIGOS Y LOS TRABAJADORES

Se cuenta que la gente decía a Ibn’Arabí:

“Tu círculo está compuesto sobre todo por mendigos, labradores y artesanos. ¿No puedes encontrar gente de cultura que te siga, para que se preste una atención más cualificada a tus enseñanzas?”.

Él respondió:

“Cuando haya hombres influyentes y eruditos cantando mis alabanzas, el Día de la Calamidad estará muchísimo más cerca; porque sin duda lo estarán haciendo por su propio bien, ¡y no por el bien de nuestra obra!”.

lunes, 29 May, 2006

Séneca: sobre la felicidad

Filed under: Pensadores de interés — by Aspirante a domador @ 10:53 am

SENECA.gifTodos quieren vivir felices, mi querido Galión: pero para ver con claridad en qué consiste lo que hace una vida completamente bienaventurada, andan a ciegas. Y de tal manera no resulta sencillo conseguir esa vida feliz, que cada uno se aparta de ella tanto más, cuanto con mayor ahínco la busca; si ha equivocado el camino: porque, como quiera que éste conduce a la parte contraria, la misma vehemencia los impulsa a una mayor distancia. Es necesario, pues, que primeramente estudiemos en qué consiste la felicidad que apetecemos: una vez conseguido esto, hemos de mirar y examinar las cosas que nos rodean, con el fin de encontrar el camino más corto por donde podamos llegar a ella: conoceremos sobre la marcha, y por muy poco recto que sea el camino, el adelanto tan grande que conseguimos cada día, y lo mucho que nos vamos alejando de aquello a que nos empuja nuestro natural apetito. Pero mientras andemos errantes por todas partes, sin seguir los pasos de un guía, sino el estruendo y gritos disonantes que nos llevan a la distracción, la vida se nos irá acabando entre constantes errores y sin darnos tiempo a nada, puesto que ésta resulta muy corta, aun cuando trabajemos noche y día para el bienestar del espíritu. Por consiguiente, es necesario determinar adónde vamos y por dónde; y no sin la ayuda de algún experto que haya explorado antes los caminos que hemos de recorrer: porque no se da aquí la misma circunstancia que en cualquier otro viaje. En éstas, conocido algún límite del camino, y preguntando a las gentes del país por donde se pase, no se sufren errores: en cambio aquí, cuanto más conocido sea y más trillado esté, nos engaña muchísimo mejor. En nada, por consiguiente, hemos de poner mayor empeño que en no seguir, según acostumbran las ovejas, al rebaño que va delante y que caminan, no por donde se debe ir, sino por donde va todo el mundo. Porque ninguna cosa nos proporciona mayores desgracias que aquello que se decide por los rumores: convencidos, además, de que lo mejor es aquello que ha sido aceptado por la mayoría de las gentes, y de éstos tenemos muchos ejemplos; vivimos no según nos dicta la razón, sino por imitación. De ahí ese amontonamiento tan grande de los unos que caen sobre los otros. Es lo mismo que sucede en las grandes aglomeraciones de hombres, cuando la multitud se comprime contra sí misma de tal manera que no cae nadie sin que arrastre a otro tras de sí, y la caída del primero siguen las de los demás: puedes comprobar cuando quieras que lo mismo sucede en todos los órdenes de la vida; nadie se equivoca solamente para él, sino que es causa y autor del error de los demás. Perjudica, pues, ser arrastrado por los que van delante, y mientras cada uno prefiere mejor confiarse que juzgar, jamás se medita sobre la vida, y siempre se cree en los demás; el error, que va pasando de mano en mano, nos hace dar vueltas y nos precipita al abismo, pereciendo por los malos ejemplos de los otros. Acertaremos tan pronto como nos separemos de los demás; ahora, en cambio, la multitud se ha plantado en contra de la razón, como defensora de su perdición. Sucede aquí lo mismo que en las elecciones, en las cuales, después de haber elegido sus pretores, los mismos que los eligieron se sorprenden de haberlos votado, cuando el favor, en su huida, dio la vuelta alrededor de la asamblea. Aprobamos las mismas cosas que censuramos después; éste es el resultado de cualquier negocio donde se sentencia por el mayor número de votos.

jueves, 25 May, 2006

Vanidad y verdad: un breve cuento sufí

Filed under: Tradición Islámica — by Aspirante a domador @ 2:04 pm

sufismo.jpgAbdullah ben Yahya estaba enseñando a un visitante un manuscrito que había escrito.

Este hombre dijo: “Mira, esta palabra ha sido escrita de manera incorrecta.”

Cuando el hombre se fue, se le preguntó a Abdullah: “¿Por qué lo hiciste, considerando que la palabra sugerida era de hecho incorrecta, y escribiste la palabra errónea en el lugar en el que la palabra original estaba correctamente escrita?”

Él respondió: “Fue una ocasión social. El hombre pensó que me estaba ayudando, y consideró que la expresión de su ignorancia era una indicación de su conocimiento. Yo me comporté según la cultura y la buena educación, no según la verdad, porque cuando las personas quieren buena educación y relaciones sociales, no pueden soportar la verdad. Si hubiera tenido una relación con este hombre de maestro a estudiante, las cosas hubieran sido diferentes. Sólo la gente estúpida y los pedantes imaginan que su obligación es la de instruir a todo el mundo, cuando el motivo de la gente suele ser, no la búsqueda de la instrucción, sino el atraer la atención.”

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