Cabalgando al Tigre

viernes, 24 febrero, 2006

Ortodoxia y heterodoxia (I)

Filed under: Notas "editoriales" — by Aspirante a domador @ 3:47 pm

mono asutado2.jpg ¿En qué creéis vosotros que se basa la ortodoxia o heterodoxia de una vía? Si no recuerdo mal a Guénon, decía que mientras dicha vía no contradiga los Principios Metafísicos (no me preguntéis cuáles son: podría citar algunos, pero él nunca los ha expuesto, que yo sepa, metódicamente), está dentro de la ortodoxia. ¿Es esto lo que asegura la ortodoxia de una doctrina? Tema peliagudo donde los haya, se me ponen los pelos como escarpias…

10 comentarios »

  1. Querido “aspirante” y querid@s tod@s:

    Abriendo este nuevo tema has dejado en el tintero un par de cosas que, a mi modo de ver, son sumamente interesantes.

    Te preguntas: “las religiones ¿agotan las vías de realización o existen posibilidades paralelas?”

    Te pregunto: ¿qué otras “posibilidades paralelas” podrían ser esas?, ponnos un ejemplo de lo que quieres decir con el término “posibilidad paralela”.

    Creo que valdría la pena que precisaras también qué quieres decir con la expresión “las religiones”, aunque ya me imagino a lo que te refieres.

    Por otro lado, y a la espera de más precisiones al respecto por su parte, no me queda más remedio que sacar la conclusión de que Agustín considera a las “instituciones” religiosas y/o tradicionales, en general, de origen humano y por eso las cree prescindibles e incluso en el peor de los casos un obstáculo para la realización en vez de un instrumento de la misma. Es más, si eso fuera así stricto sensu, yo estaría completamente de acuerdo con él. No obstante, merece la cuestión una serie de matizaciones que él, a mi modo de ver, no ha hecho. Creo que en mi último mensaje ha quedado más o menos claro lo que pienso al respecto, aunque se podría precisar más si es necesario.

    Dices: “….me parece que la dificultad aparece a la hora de explicarse con más precisión qué es este “algo” y todo lo relativo a su transmisión/adquisición/actualización”.

    En efecto, el famoso “algo” es la “influencia espiritual” que se transmite a través del rito. No sé cuánta “mayor precisión” se podría emplear a la hora de explicar lo que es. Guénon mismo lo ha hecho, dando alguna indicación suplementaria. Se podría buscar para traerla a colación. De todas maneras, lo que no se puede pretender es elaborar una especie de “modelo mecánico” de lo que sea la influencia espiritual, similar al que, por ejemplo, explica lo que es la corriente eléctrica a través de un montón de electrones que viajan por un hilo de cobre. La influencia espiritual no es formal, luego no se puede explicar su naturaleza a través de una descripción analítica, sea de la clase que sea. Ni siquiera es posible tampoco hacer semejante cosa con las fuerzas de orden sutil. El lenguaje simbólico está para estos casos, precisamente, porque si lo trascendente pudiera ser abarcado completamente con un discurso no haría falta para nada el símbolo. Me temo que no es el caso.

    En cuanto a “todo lo relativo a su transmisión/adquisición/actualización”, te podría volver a explicar lo que a buen seguro ya sabes (aunque si sigues teniendo dudas al respecto es porque hay alguna cosa que no está clara y que te invito a explicitar con toda la calma y amplitud que sea necesaria). No obstante, precisar que el “algo” no se “adquiere” sino que se “recibe” y del mismo modo puede ser “transmitido” y que es precisamente su “recepción” lo que puede desembocar en la “actualización” de alguna otra cosa que reside en el interior del “receptor” y que se corresponde de alguna manera con la naturaleza de lo transmitido o que, más bien, responde a, o resuena con, la “fuerza” intrínseca de la influencia espiritual que se transmite.

    Para tu decepción (supongo) el tema de la ortodoxia/heterodoxia lo podríamos dejar para otro día. Al menos por mi parte va a ser así.

    Saludos cordiales.

    Comentarios por Dr. Piedra — martes, 28 febrero, 2006 @ 1:35 pm |Responder

  2. Gracias por tus consideraciones, Dr., que en absoluto me decepcionan. Intentaré precisar lo que me preguntas. Lo que entiendo por “religiones”: seguramente imaginas bien el sentido que le doy, pero en todo caso cuando uso el término no lo hago en la acepción guenoniana, sino que me refiero a las tradiciones en general y todos los aspectos que las conforman (exo y esotéricos). Creo que con esto queda claro a qué me refiero.
    Dicho esto, intentaré “cocer” un poco más mi pregunta: ¿se puede acceder al Conocimiento sin una guía externa (las religiones en toda su amplitud) en el camino, es decir mediante una “guía interior”? Creo que no necesito decir que me refiero a los estadios iniciales.
    En cuanto a la consideración del origen de las religiones, permitidme que exponga mi opinión: el origen es suprahumano, yo de eso no tengo duda, pero tampoco la tengo de que los aspectos humanos intervienen, modifican e incluso pueden llegar a invertir la función de una religión. Por tanto, el hecho de su origen, desde mi punto de vista, no legitima per se la “forma tradicional” en la que finalmente puede avocar, que quizá sea aún peor que un cadáver.
    En relación a lo que comentas de la influencia espiritual, efectivamente no hay duda de su carácter informal, y no pretendía establecer ningún modelo mecánico en cuanto a su modo de operar, al menos no más allá del que establece Guénon, según el cual ésta se transmite por medio del rito adecuado, por la persona adecuada y en las circunstancias adecuadas. Hombre, no está poco “mecanizada” la cosa, je, je, aunque conste que no es una crítica, para la que además no tengo argumentos; entiendo que el Espíritu actúa de acuerdo a un “orden” por Él mismo “establecido”… ¿siempre? Supongo que esta pregunta que me ha surgido ya nace deforme, puesto que circunscribe al Espíritu al ámbito de la temporalidad. Aun así, todo esto me resulta confuso (por cierto, lo demás también).
    Por otro lado, eso de que la influencia espiritual, siendo informal, se “reciba” y sea como una llave que permite actualizar un aspecto de mi naturaleza que de otro modo permanecería inaccesible… no sé, tiene algo de una materialidad rechinante. ¿A ti no te choca?
    Por cierto, que abra un nuevo post no significa que no se puedan añadir comentarios en los anteriores, por supuesto. Te digo esto porque no he dejado ningún “tema en el tintero”, ese post sigue abierto, como todos los demás.

    Comentarios por Aspirante a domador — martes, 28 febrero, 2006 @ 3:36 pm |Responder

  3. Bien antes de nada quisirera presentarme, me llamo Israel aunque prefiero mantener mi nombre en el anonimato por lo que he tomado un nombre falso, soy rubio, con los ojos verdes, bien parecido y de mediana edad.
    Quisiera entrar en el debate, metiendo (por meter algo) mas ruido. Vamos a ver si consigo hacerme entender, creo que esta fuera de la discusión, ya que en esto habría un consenso, el origen y las funciones que han ejercido las religiones en la historia e incluso mas allá de lo que nosotros consideramos como historia (aquí me ciño a la definición de religión dada por el aprendiz de tigre). Ahora bien, todos sabemos también el grado de degeneración al que esta sometido este mundo en el que vivimos, degeneración que afecta a todo y a todos, incluidas las religiones. Mi preguntas son estas ¿pueden las religiones, en la actualidad, despertar esa chispa divina de la que habláis? o por el contrario son mas un vehículo hacia la confusión?. Solo hay que leer a Pseudodionisio y su descripción de los ritos cristianos y compararlos con los actuales para hacerse una idea de lo que estoy hablando. He de decir que ignoro la respuesta así que os pido encarecidamente que me saquéis de mi simplucia.
    Besos y abrazos para todas y todos

    Comentarios por simplucio (Israel) — miércoles, 1 marzo, 2006 @ 3:15 pm |Responder

  4. Lo que he querido decir es ¿son las religiones capaces, en la actualidad, de despertar esa chispa? si la respuesta fuese negativa tendríamos que plantearnos otras vías de salvación e iluminación. Es cierto lo que dice el Dr. Piedra (cada vez que leo tu nombre me recuerda a un superhéroe malo de los comics de spiderman, ja, ja) que todos los maestros que conocemos y valoramos estaban adscritos a una tradición regular pero también es cierto que hablando de ortodoxia/heterodoxia a algunos de esos maestros, en la iglesia cristiana que empezaba a degenerar le colgaron el cartel de heterodoxo o casi. Resumiendo ¿quien dice lo que es ortodoxo? ¿Existe en la actualidad una religión que pueda considerarse ortodoxa (fiel a su origen)?¿existe una religión capaz de despertar esa chispa que llevamos en nuestro ser?
    Besos
    Simplucio
    PD perdon por repetir algunos de mis planteamientos y preguntas del mensaje anterior peo me parecia que no había explicado bien lo que quería preguntar.

    Comentarios por simplucio (Israel) — miércoles, 1 marzo, 2006 @ 5:20 pm |Responder

  5. A modo de aproximación al tema, me parece interesante apuntar la distinta visión que de la cuestión ortodoxia/heterodoxia tenían Guénon y Schuon. Para Guénon, la ortodoxia se identifica con «el conocimiento verdadero» y la heterodoxia con la falsedad. Esto puede reflejar la idea de «verdad» que tenía Guénon ―que se puede compartir o no― como algo susceptible de ser conceptualmente incluido en un conjunto limitado de formulaciones inequívocas, claras y distintas: los famosos «principios metafísicos», supuestamente universales, que, por lo demás, ni Guénon ni sus seguidores, que yo sepa, han expuesto nunca con claridad.
    Para Schuon, sin embargo, el problema no parece plantearse tanto en términos de verdad o falsedad cuanto de oportunidad o inoportunidad, de ahí que afirme que «la herejía no es el error objetivo sino la inoportunidad subjetiva». Aclaremos: una «inoportunidad subjetiva» sería por ejemplo la de al-Hallaj (místico sufí del siglo XI) diciendo «Yo soy la Verdad», lo que era tanto como identificarse con Dios. La afirmación de Hallaj, sostienen algunos, sin ser falsa en sí misma, era heterodoxa, y por tanto condenable, en la medida en que podía generar graves equívocos en las mentes de la mayoría de los fieles, que no podían entenderla con la profundidad con que la entendía Hallaj y que, por consiguiente, creaba más confusión que claridad.
    Ambos planteamientos ―que sin duda deberían ser matizados tanto desde el punto de vista guenoniano como desde el schuoniano― me parece que podrían dar lugar a abundantes reflexiones.
    A mi modo de ver, está pues, en primer lugar, el problema de la naturaleza misma de la ortodoxia y la heterodoxia. Y después, o colateralmente, toda una serie de problemas directamente relacionados, por ejemplo el que planteaba Israel acerca de quién dictamina lo qué es y lo que no es ortodoxo, o, por ejemplo, el de la universalidad o no de los propios conceptos de ortodoxia y heterodoxia, universalidad que, a mi entender, no debe darse por supuesta. Es por lo menos discutible que esos conceptos hayan existido en ciertas tradiciones (por ejemplo, en la India) y, caso de haber existido, ha sido, desde luego con una realidad muy distinta a la que haya podido tener en el contexto cristiano (algo de esto está implícito en la entrevista de Oscar Pujol).
    Obviamente, hay más problemas directamente relacionados con el tema, que, imagino, irán saliendo.
    Saludos cordiales.

    Comentarios por Agustín — lunes, 6 marzo, 2006 @ 8:57 am |Responder

  6. Efectivamente, es un tema complejo. La aproximación de Schuon, que por cierto no conocía, es muy interesante por lo plástica que resulta, propiedad que sin duda podría también ser tenida por un inconveniente desde otro punto de vista. Lo cierto es que, individuos que han resultado en un momento «oficialmente» heterodoxos, han sido luego aceptados dentro de la ortodoxia, y al revés. El concepto se me muestra verdaderamente difícil de manejar y utilizar, pero a la vez parece necesario, ya que es evidente que no vale todo, y, sin un «canon», la corrupción es cuestión de (muy poco) tiempo. ¿Dónde está el límite?

    Comentarios por Aspirante a domador — miércoles, 8 marzo, 2006 @ 12:11 pm |Responder

  7. Hola a tod@s:

    Intentaré contestar casi telegráficamente (en realidad el asunto merecería una larga conversación, más que un intercambio de notas) a las preguntas/afirmaciones de “Aspirante” y “Simplucio”:

    1)“aspirante” dice: ¿Se puede acceder al Conocimiento sin una guía externa (las religiones en toda su amplitud) en el camino, es decir, mediante una “guía interior”. Creo que no necesito decir que me refiero a los estadios iniciales.

    A mi modo de ver, es sumamente vano (reflexiónese sobre el sentido etimológico del término) empeñarse en querer ser la excepción a la regla. Uno es excepcional o no lo es….. si lo es, bendito sea Dios, y si no lo es ¿por qué empeñarse en querer serlo?. Creo que con eso lo he dicho todo. Además, en todo caso, el camino del Conocimiento “mediante una guía interior” exclusivamente sólo es posible en un estadio altamente avanzado de realización, en absoluto en los estadios iniciales.

    2)“Aspi”: El hecho del origen [suprahumano] de una religión no legitima per se la “forma tradicional” en la que finalmente puede abocar, que quizá sea aún peor que un cadáver. Y por su parte, “Simplucio” pregúntase: ¿pueden las religiones en la actualidad despertar esa chispa divina o por el contrario son más un vehículo hacia la confusión?.

    Me parece un juicio demasiado apresurado y simplista al complejo problema de las “religiones” y sus diferentes adaptaciones a tiempo y lugar. No cabe duda de que toda forma tradicional, por el hecho de ser tal, está sometida a las condiciones “degenerativas” del ciclo y, debido a ello, se puede ver en mayor o menor medida “atacada” por “infiltraciones” de orden “inferior” que afecten a su “eficacia” espiritual. No obstante, es bastante complicado a mi modo de ver, y requiere un gran conocimiento, la calibración de semejantes adversidades y su modo de afectación a las religiones varias, como para llegar a decir de alguna de ellas, o de todas, que “sean aún peor que un cadáver”. Hay degeneraciones evidentes y hay otras que no lo son tanto. Aunque me da la impresión que las peores son, precisamente, las que menos se notan desde el exterior.

    3)“Aspi”: Entiendo que el Espíritu actúa de acuerdo a un “orden” por Él establecido….. ¿siempre?.

    ¿Quién le va a discutir al que “establece” el “orden” que el orden no es bueno/idóneo?. ¿Con qué autoridad?. ¿Bajo qué otro criterio?. El que impone las reglas siempre actúa conforme a las reglas, incluso cuando se las salta (aparentemente, visto desde un punto de vista exterior). Recuérdese la conocida historia del Khidr y Moisés.

    4)“Aspi”: Eso de que la influencia espiritual, siendo informal, se “reciba” y sea como una llave que permite actualizar un aspecto de mi naturaleza que de otro modo permanecería inaccesible…. no sé, tiene algo de una materialidad rechinante…. ¿A ti no te choca?.

    No. ¿Qué valor tendrían entonces todos los ritos, en general?. ¿Acaso los ritos también son un invento del TBO?. Si no se acepta que el establecimiento de los ritos procede del ejercicio de una ciencia tradicional ejercido por una autoridad espiritual competente, entonces volvemos al “opio del pueblo”. ¡Viva el tío Carlos! (con perdón; por cierto, no confundir con “la tía de Carlos”). Por otro lado, si lo aceptamos, entonces ¿cuál es su función sino la de transmitir esa influencia espiritual, informal en sí misma, a través de un medio formal?. ¿Qué tiene de raro o de anómalo que lo de orden superior emplee un medio o un soporte de orden inferior para “manifestarse” a un determinado nivel?. Creo que el problema más bien procede de nuestra sumamente interiorizada mentalidad “mecánica”, más que de otra cosa, o bien de otra perspectiva, igualmente moderna, como es una especie de “librepensamiento espiritual”, valga la contradicción en los términos. Me da la impresión de que son dos errores muy típicos que solemos cometer muy a menudo y de los cuales es bastante difícil deshacerse. Pero bueno, nadie dijo que la cosa fuese un “paseíllo”.

    En cuanto al mensaje de Agustín sobre las distintas posiciones de Guénon y Schuon sobre la ortodoxia/heterodoxia, a mí me parece que no están en principio tan alejadas (al menos en el plano teórico-doctrinal, otra cosa sería si entrásemos a analizar lo que ellos mismos han hecho, en el plano “factual”, pero ese es otro tema).

    En ese sentido, no creo que Schuon haya defendido la no existencia de una Verdad y sólo una, que coincide con el Principio metafísico en sí mismo de la realidad. Otra cosa es cómo y de qué manera esa verdad se expresa “formalmente” en las distintas formas tradicionales, valga la redundancia. La frase “la herejía no es el error objetivo sino la inoportunidad subjetiva” es cierta referida a Al-Hallaj, desde luego, incluso creo que el propio Guénon ha dicho lo mismo en alguna parte (¿quizá en su correspondencia?). Otra cosa es tomarla como regla general, en el sentido de que implique que no existe o no puede existir un “error objetivo” puesto que no existe tampoco una “ortodoxia objetiva” lo que es lo mismo que decir que no existe, en definitiva, una “Verdad objetiva”. Ese razonamiento es, desde mi punto de vista, completamente erróneo. No sé si Schuon defendía eso (me cuesta creerlo). Tampoco sé si Agustín lo defiende. Me atrevo a asegurar que Guénon no estaría de acuerdo. Pero no sólo Guénon: no creo que estuviese de acuerdo con semejante cosa ningún representante autorizado de cualquier tradición sea la que fuese.

    Para variar, tampoco estoy de acuerdo con la frase: “Para Guénon, la ortodoxia se identifica con “el conocimiento verdadero” y la heterodoxia con la falsedad. Esto puede reflejar la idea de “verdad” que tenía Guénon –que se puede compartir o no- como algo susceptible de ser conceptualmente incluido en un conjunto limitado de formulaciones inequívocas, claras y distintas: los famosos “principios metafísicos”, supuestamente universales que, por lo demás, ni Guénon, ni sus seguidores, que yo sepa, han expuesto nunca con claridad”.

    Hasta el primer punto y seguido podría decir que vale, de acuerdo (aunque con matices). Para todo el resto no: sencillamente califica a Guénon, perifrásticamente (para qué tanta perífrasis, si ya se te ve el plumero), como un “dogmático”. Es decir, como alguien que cree y defiende que la verdad se reduce a su expresión dogmática, e incluso, para más INRI, con alguien que cree y defiende que la expresión dogmática es esencial y exclusiva para alcanzar el conocimiento de la verdad. No hay nada más alejado de lo que Guénon ha escrito, tanto en el fondo como en la forma. Es más, Guénon ha escrito justamente todo lo contrario, de modo y manera que no creo que merezca la pena seguir hablando de esto, a no ser que queramos entrar en un vaivén de citas. Conviene entender lo que se lee, querido Agustín. Y si no se recuerda bien lo que uno ha leído, vale la pena repasarlo, más que nada para no cometer errores tan de bulto o para no inducir a otros a pensar erróneamente, que todavía es más grave.

    Os tengo que dejar.

    Saludos a tod@s.

    Comentarios por Dr. Piedra — jueves, 9 marzo, 2006 @ 1:38 pm |Responder

  8. Estimados amigos:

    Quisiera hacer unos comentarios a algunas de las ideas sucintamente presentadas en mi mensaje anterior. A mi entender, ortodoxia y «conocimiento verdadero» no pueden identificarse, pues se sitúan en dos planos distintos; la ortodoxia sería, en el mejor de los casos, la expresión en un nivel subordinado ―el de las formulaciones conceptuales― de ciertos contenidos doctrinales que reflejan de algún modo la verdad, pero que, como reflejo, también la distorsionan. En consecuencia, allí donde la idea de ortodoxia exista, será la verdad la que deberá determinar la ortodoxia y no la ortodoxia la que determine la verdad; precisión no superflua, pues A. K. Coomaraswamy, por ejemplo, llegará a decir que «no es la belleza la que determina el canon, sino el canon el que determina la belleza».

    Si la Verdad es Una, ES DECIR, infinita y absoluta, toda expresión de la misma por medio de una formulación lógica debe implicar, por muy abstracta que ésta se pretenda, un proceso de reducción, es decir, de limitación y deformación. En la medida en que las religiones se presentan también como sustentadoras de un orden social y no sólo como vías de conocimiento, esta deformación puede estar históricamente justificada, siempre que se mantenga dentro de ciertos límites; pero más allá de un cierto punto, se puede llegar a la inversión del proceso, de modo que sea la ortodoxia la que pretenda determinar la verdad en lugar de dejarse determinar por ella. La ortodoxia se convertirá entonces en lo que algunos han llamado «microdoxia», palabra que me parece harto expresiva y para la que sería fácil encontrar ejemplos próximos.

    Es conocido el peso que las formulaciones doctrinales tienen en el planteamiento de algunos autores de la «escuela tradicional» ―por ejemplo, Guénon―, para los que la doctrina y su explicitación en una serie de principios metafísicos claros, precisos y concretos (pero ¿cuáles?) parece ser parte esencial de toda tradición espiritual. Particularmente, no veo esa supuesta universalidad de la idea misma de «ortodoxia». Tal formulación nítida e inequívoca del dogma ha podido tener más o menos vigencia en determinadas tradiciones (por ejemplo, en el cristianismo a partir de un momento de su historia) pero no en otras, que no parecen haber mostrado la misma preocupación por la uniformidad doctrinal (por ejemplo, el hinduismo), o que ni siquiera han hecho de los principios doctrinales conceptualmente formulados el centro en torno al cual giraba la propia tradición (taoísmo, todas las formas de chamanismo, etc.).

    A mi modo de ver, se olvida a veces que una tradición es algo más ―o mucho más― que unas prácticas rituales y unos principios doctrinales formulados según una lógica estricta; una tradición implica una manera de situarse ante la realidad, una posición ante el mundo, toda una forma de vida digamos «hierofánica», algo que hoy parece difícil de concebir, pero que para muchas culturas tradicionales (desde luego, para todas las que se sitúan en el ámbito del pensamiento mítico y para muchas de las que se sitúan en el ámbito del pensamiento lógico) parece haber sido más importante que cualquier formulación doctrinal.

    Pero el problema no acaba ahí, puesto que no sólo se pretende que una ortodoxia más o menos férrea y excluyente es un elemento esencial de toda tradición particular, sino que se propone también una «ortodoxia universal» en la que todas ellas concordarían. Esta «ortodoxia universal» sería el fundamento de una supuesta unidad doctrinal de todas las tradiciones, aparte de algunas a las que se descarta (y habría que analizar los motivos) como heterodoxas. Resulta cuando menos desconcertante que se pueda aceptar sin mayores análisis y sin sombra de duda que las religiones del África negra, el budismo zen y el judaísmo, pongamos por caso, comparten unos mismos principios doctrinales. Algo tendrán en común esas tradiciones, sin duda, puesto que el ser humano es uno, pero de ahí a deducir alegremente una identidad doctrinal (¿y qué necesidad habría de ella?, me pregunto yo), creo que va una enorme distancia.

    Una observación final: mi crítica a los planteamientos de ciertos autores de la «escuela tradicional» no es una crítica a la idea de Tradición, sino a una determinada forma de entender la Tradición. Aun reconociendo las muy notables aportaciones de esta escuela ―sobre todo de autores como F. Schuon, T. Burckhardt, Hossein Nasr, etc.― y las diferencias que separan a unos autores de otros ―Schuon y Guénon, por ejemplo―, creo que es posible acercarse respetuosamente a la Tradición desde otras perspectivas; en tal sentido, la pretensión que tienen algunos de erigirse en únicos depositarios legítimos del legado tradicional no pasa de ser, en mi opinión, una aspiración ilegítima y abusiva, por decirlo de forma especialmente contenida.

    Saludos cordiales.

    Comentarios por Agustín — lunes, 13 marzo, 2006 @ 9:01 am |Responder

  9. Queridísimo Dr. Piedra, Agustín y Aprendiz de Hiena, creo que no he debido explicarme bien en mi anterior mensaje, el debate no se centra en si somos o no somos excepcionales sino si las condiciones del medio son o no excepcionales, es decir, si las vías de acceso a Dios (religiones, en el sentido guenoniano) sirven todavía para despertar en ti esa chipa, si los ritos todavía cumplen esa función de trasmitir la influencia espiritual, si las autoridades espirituales todavía son competentes. No todo vale, en esto estamos todos de acuerdo, las condiciones han cambiado, las vías antes caminos de acceso a Dios están muy degeneradas, aquellos que deben velar por la ortodoxia de cada tradición están, en la mayoría, corrompidos o confundidos (p.ej ¿en que han convertido la misa? ¿son los curas capaces de realizar ese sacramento?).
    Yo no conozco otras tradiciones, ni siquiera la mía la conozco en profundidad, pero ¿sabe alguien lo que es o no es ortodoxo en mi tradición?, ¿Es el maestro Eckhart ortodoxo para los ortodoxos? ¿Son estos ritos ortodoxos?
    Y ahora voy a pensar en voz escrita (iba a poner en voz alta pero por mucho que grite no creo que me oigáis)me parece interesante no identificar ortodoxia con verdad, y me explico, si solo Él es Verdad todo aquello que no es El no es verdad, es decir que solo Dios es ortodoxo. Bien, la cuestión seria a mi modo de ver, ¿dónde está el límite de lo que consideramos ortodoxo?, ortodoxo, a mi modo de ver puede ser todo lo que te conduzca a la verdad (supongo que a esto se referirá el Dr. Piedra con conocimiento verdadero), lo que pasa es que cada Tradición enfatiza y valora unas vías sobre otras, es decir, no todas las vías o caminos de acceso son ortodoxas para todas las tradiciones, luego lo ortodoxo de cada Tradición será ,de acuerdo con este pensamiento en voz escrita, vendrá dado en función de las cualificaciones a los que va dirigida, y será aquello que les permita conectar con su vía correspondiente.
    En fin que esto es para lo que doy, ya termino que son muchas chorradas las que he escrito y mucho tiempo el que he pensado en voz escrita, hoy es sabado sabadete y tengo la camisa puesta.
    Besos y abrazos para todos y especialmente para todas
    Simplucio

    Comentarios por Israel — sábado, 18 marzo, 2006 @ 6:52 pm |Responder

  10. Aquí van unas breves impresiones acerca del maestro interior, del que se hablaba en mensajes anteriores.

    Labrarse un camino espiritual más o menos personal puede ser una manera fácil de complacer las veleidades espirituales del ego y engañarse a sí mismo construyéndose la justamente denunciada «religión a la carta». Está claro. Pero, en algunos casos (y quizás ahora no pocos) elegir ese camino puede ser inevitable. Tal vez entonces puede ser una actitud honrada y veraz si se hace con cierta dosis de humildad, esfuerzo, capacidad de crítica y autocrítica, conciencia de las propias debilidades y algún conocimiento de las tradiciones espirituales, entre otras condiciones. Puesto que el común de los humanos no parece que seamos ni íntegramente buenos ni absolutamente perversos, ni radicalmente sabios ni intrínsecamente imbéciles ―al menos en la mayor parte de los casos―, tal posibilidad también podrá ser una mezcla, en proporciones diversas, de ambas cosas: de verdad y falsedad; como casi todo.

    Seguir un camino regular, oficialmente establecido, exige, en primer lugar, sentirse existencialmente vinculado a una tradición, algo que no necesariamente ocurre y que no tiene nada que ver con una cuestión de elección. Después, habrá que esquivar los posibles problemas con las instituciones (y ahí surgen las cuestiones que plantean Israel y el «aspirante»). Si esa vinculación existe, y se salva además el obstáculo institucional, será sin duda un camino de progreso espiritual si se dan los requisitos subjetivos necesarios, es decir, la obediencia, la aceptación, la renuncia al ego, la voluntad de sacrificio, etc. Pero puede ser también una fácil excusa para tranquilizarse a sí mismo, no asumir riesgos necesarios, eximirse de responsabilidades, y en definitiva, buscar la innegable comodidad que puede suponer el dejar que otras instancias decidan por uno y nos eviten enfrentarnos a la duda, a vacíos diversos, a una siempre difícil libertad. Como en el caso anterior, y por idénticas razones, también esta opción podrá ser en la práctica una mezcla en proporciones diversas de ambas cosas.

    En última instancia, todo depende, yo creo, de la actitud interior y cada cual sabrá, o no sabrá, cuál es su camino y si lo sigue o no con honradez y con provecho y con qué grado de veracidad o falsedad. De entrada, pensar que todos los peligros se acumulan en las actitudes ajenas y pretender convencer a los demás de que lo único aceptable para todo el mundo es lo que uno ha decidido elegir para sí mismo me parece una actitud tan sospechosa de inmadurez como cualquier otra forma de proselitismo. Pero allá cada cual…

    Como dice la máxima latina, «duo sunt in homine»: estamos escindidos interiormente en dos. Por un lado un ego exteriorizante y tamásico ―por utilizar la terminología hindú― que genera todo tipo de engaños. Por otro, una oculta presencia divina capaz de acercarnos de algún modo la verdad. Recurrir al maestro interior, del que hablan y al que apelan numerosas tradiciones, tiene, de manera obvia, sus riesgos: es posible dejarse arrastrar por las voces engañosas del ego, tomándolas por lo que no son. Sin duda. Pero enfatizar ese peligro hasta un extremo desmedido sería tanto como negar la misericordia divina y la presencia del Espíritu en el ser humano. Parece razonable pensar que, satisfechas unas ciertas condiciones (humildad, rigor, etc.) también resulte posible escuchar la voz del maestro interior. ¿Garantías de acertar? Extrínsecamente, ninguna. El riesgo del error existe siempre, sencillamente porque es consubstancial a la naturaleza humana. Y sólo los que, por invocar un nombre ―sea divino o humano―, se creen a salvo del error, no corren ya el riesgo de caer en él; sencillamente, viven en él.

    Cordiales saludos.

    Comentarios por Agustín — miércoles, 22 marzo, 2006 @ 8:59 am |Responder


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