En los siguientes fragmentos de La risa, Bergson justifica cómo y porqué la rigidez es la clave de lo cómico, al enfrentarse a la vida y al alma, pura flexibilidad. En su explicación se transluce con claridad su visión dual del ser humano, con un aspecto material, rígido, pesado, mecánico, sin vida, en fin, un lastre, y otro flexible, etéreo, pura vida, que es el que da gracia, sentido y verdad al ser humano. Todo lo que aparece como un mecanismo, a fortiori carece de vida; dicho mecanismo nos distrae y nos mueve a la risa. Pero mejor que lo explique él mismo.
Nota: Algunas de las citas las he encabezado con un epígrafe con el fin de ordenarlas un poco; quede claro que no son del autor.
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“Toda deformidad susceptible de imitación por parte de una persona bien conformada puede llegar a ser cómica.
¿No resultaría de ahí que el jorobado hace el efecto de un hombre que no sabe tenerse bien? Diríase que su espalda contrajo un pliegue defectuoso, y que por obstinación material, por rigidez, persiste en la costumbre adquirida. Tratad de ver únicamente con los ojos. No reflexionéis, y sobre todo absteneos de razonar. Suprimid lo adquirido: marchad en busca de la impresión ingenua, inmediata y original.
[…] expresión cómica del semblante es la que no promete más de lo que da. Es una mueca única y definitiva. Diríase que cristalizó en ella toda la vida moral de la persona. Y he aquí por qué una cara es tanto más cómica cuanto con mayor fuerza nos sugiere la idea de alguna acción sencilla, mecánica, que hubiera absorbido para siempre la personalidad.” (Págs. 26-27)
“Es preciso que [todo] cambie a cada momento, porque dejar de transformarse es dejar de vivir. El gesto ha de animarse como ella. Ha de aceptar la ley fundamental de la vida, la de no repetirse nunca. Pero he aquí que un cierto movimiento del brazo o la cabeza se repite periódicamente siempre igual. Si lo observo, si basta para distraerme, si lo aguardo en cierto momento y llega cuando lo espero, tendré que reírme contra mi voluntad. ¿Por qué? Porque estoy en presencia de un mecanismo que funciona automáticamente. No es ya la vida la que tengo delante, es el automatismo instalado en la vida y probando a imitarla. Es lo cómico.
Imitar a alguno es extraer la parte de automatismo que ha dejado introducirse en su persona. Es, pues, hasta por definición, hacerle cómico y no debe admirarnos que la imitación haga reír.” (Págs. 32-33)
“La desproporción entre causa y efecto, preséntese en un sentido u otro, nunca es la fuente directa de la risa. Lo que nos hace reír es algo que puede manifestarse en ciertos casos por medio de esta desproporción, es decir, el singular artificio mecánico que se transparenta a través de la serie de efectos y de causas. Si nos olvidamos de este artificio mecánico, habremos perdido el único hilo conductor que podrá guiarnos en el laberinto de lo cómico, y la regla que acabamos de seguir, aplicable quizá a algunos casos convenientemente elegidos, correrá el riesgo de dar con un ejemplo que la destruya.
¿Pero por qué nos reímos de este artificio mecánico? Que la historia de un individuo o de un grupo se nos aparezca como un juego de engranajes, de resortes o de hilos, es sin duda algo extraño; ¿pero de dónde precede el carácter especial de la rareza? ¿Por qué es cómica? A esta pregunta, que suscitan muchas formas, daremos siempre la misma respuesta. Ese rígido mecanismo que alternativamente sorprendemos, como un intruso, en la continuidad de las cosas humanas, tiene para nosotros un especial interés, porque representa como una distracción en la marcha de la vida. Si los acontecimientos pudiesen atender constantemente a su propio curso, no habría esas coincidencias que hemos señalado, ni esos encuentros, ni esas series circulares; todo marcharía hacia adelante en progreso continuo. Si todos los hombres estuviésemos siempre atentos al curso de la vida, en continuo contacto con los demás y con nosotros mismos, nunca parecería que las cosas se mueven por hilos o resortes. Lo cómico es aquel aspecto de la persona que le hace asemejarse a una cosa, ese aspecto de los acontecimientos humanos que imita con una singular rigidez el mecanismo puro y simple, el automatismo, el movimiento sin la vida. Expresa, pues, lo cómico cierta imperfección individual o colectiva que exige una corrección inmediata. Y esta corrección es la risa. La risa es, pues, cierto gesto social que subraya y reprime una distracción especial de los hombres y de los hechos.
Pero todo esto nos invita a llevar nuestra investigación más lejos y más alto. Hasta ahora nos hemos entretenido descubriendo en los juegos del hombre ciertas combinaciones mecánicas que divierten al niño. Es totalmente empírico este procedimiento. Ya es hora de que abordemos una deducción metódica y completa, de que vayamos a buscar en su misma fuente, en su principio permanente y simple, los múltiples y variables procedimientos del teatro cómico. Decíamos que este teatro combina los hechos de modo que evoquen la idea de un mecanismo a través de las formas externas de la vida. Determinemos ahora en virtud de qué caracteres la vida, contemplada desde fuera, parece basarse en un simple mecanismo. Bastará examinar los caracteres opuestos y se obtendrá la fórmula abstracta y general de todos los procedimientos de comedia.
La vida se nos presenta como una evolución en el tiempo y como una combinación en el espacio. Considerada en el tiempo, es el progreso continuo de un ser que está envejeciendo sin cesar, es decir, que nunca vuelve atrás ni se repite. Considerada en el espacio, presenta elementos tan íntimamente solidarios, tan exclusivamente hechos los unos para los otros, que ninguno de ellos podría pertenecer al mismo tiempo a dos organismos diferentes: cada ser es un sistema cerrado de fenómenos incapaz de interferencias con otros sistemas. Cambio continuo de aspecto, irreversibilidad de fenómenos, individualidad perfecta de una serie encerrada en sí misma: he ahí los caracteres exteriores (reales o aparentes, poco importa) que distinguen lo vivo de lo puramente mecánico. Obrando ahora a la inversa tendremos tres procedimientos cómicos, que llamaremos, si queréis, repetición, inversión e interferencia de series. Fácil es comprobar que estos procedimientos son los del vodevil y que no podrían ser otros.” (Págs. 70-72)
“Como era de esperar, y como puede verse por cuanto queda dicho, lo cómico de las palabras sigue de cerca a lo cómico de la situación y llega a confundirse con lo cómico del carácter. Si el lenguaje conduce a efectos ridículos, se debe únicamente a que es una obra humana, calcada con la mayor exactitud sobre las formas del espíritu humano. Hay en el lenguaje algo que vive de nuestra propia vida; y si esta vida del lenguaje fuese plena y perfecta; si no hubiese en él nada cristalizado; si el lenguaje, en suma, fuese un organismo completamente unificado, incapaz de fraccionarse en organismos independientes, no le alcanzaría lo cómico, como no le alcanzaría tampoco a un alma que tuviese una vida armónicamente fundida, tersa, semejante a la superficie de un agua serena. Pero no hay estanque en cuyas aguas no floten hojas secas; no hay alma humana sobre la cual no pesen hábitos que le comuniquen cierta tiesura y rigidez para consigo misma y para con los demás, no hay lengua, en fin, tan flexible, tan profundamente viva, tan presente en cada una de sus partes, que elimine lo hecho y pueda resistir a las operaciones mecánicas de inversión, transposición, etc., a que se la quiera someter, manejándola como si fuese una simple cosa. Lo rígido, lo hecho, lo mecánico por oposición a lo flexible, a lo vivo, a lo que está siempre cambiando; la distracción como lo contrario a la atención, el automatismo, en fin, como contraste de la libre actividad, he ahí, en suma, lo que subraya la risa y lo que aspira a corregir.” (Págs. 99-100)
LA ADMINISTRACIÓN, INTRÍNSECAMENTE RISIBLE
“No bien olvidamos el grave objeto de una solemnidad o de una ceremonia, los que en ella toman parte nos dan la impresión de fantoches que se mueven. Su movilidad se ajusta a la inmovilidad de una fórmula. Tenemos un puro automatismo. Pero el automatismo perfecto será, por ejemplo, el de un funcionario que funciona como una simple máquina, o también la inconsciencia de un reglamento administrativo que se aplica con fatalidad inexorable, tomándosele por una ley de la Naturaleza. Hace unos años naufragó en los alrededores de Dieppe un gran paquebote. Algunos pasajeros lograron salvarse en una embarcación después de muchos trabajos. Unos aduaneros que habían acudido valerosamente a socorrerles, empezaron por preguntarles «si no tenían algo que declarar». Algo análogo se encuentra, aunque la idea sea más sutil, en aquella frase de un diputado que interpelaba a un ministro al día siguiente de un resonante crimen cometido en un tren: «El asesino, después de haber rematado a su víctima, debió apearse a contravía, violando los reglamentos administrativos.” (Págs. 42-43)
EL ALMA ES GRACIA, LA CORPORALIDAD ES AUTOMATISMO
“En resumen: sea cualquiera la doctrina que prefiera nuestro raciocinio, nuestra imaginación tiene ya su filosofía bien definida. En toda forma humana advertirá el esfuerzo de un alma que modela la materia, alma infinitamente flexible, de movilidad constante, exenta de pesadez por no estar sometida a la atracción terrena. Esta alma comunica algo de su ligereza alada al cuerpo que anima, le infunde su inmaterialidad, que al pasar a la materia constituye lo que llamamos gracia. Pero la materia se resiste obstinadamente. Atrae a la actividad de ese principio superior, y le querría infundir su propia inercia y reducirlo a un puro automatismo. Querría fijar los movimientos inteligentes corporales transformándolos en contracciones estúpidas; solidificar en una perpetua mueca las movibles expresiones de la fisonomía; imprimir, en suma, a toda la persona tal actitud, que pareciese sumida y absorta en la materialidad de alguna ocupación mecánica en vez de renovarse sin descanso al contacto de un ideal lleno de vida. Allí donde la materia logra condensar exteriormente la vida del alma, fijar su movimiento, desterrar, en fin, la gracia, obtiene en seguida un efecto cómico. Si quisiéramos, pues, definir aquí lo cómico comparándolo con su contraste, habría que oponerlo a la gracia mejor aún que a la belleza. Lo cómico es más bien rigidez que fealdad.” (Págs. 29-30)
“Las actitudes, gestos y movimientos del cuerpo humano son risibles en la exacta medida en que este cuerpo nos hace pensar en un simple mecanismo.” (Pág. 31)