Este breve texto aparece ahora publicado por Olañeta en su exitosa colección “Pequeños Libros de la Sabiduría”, tan bien editado como acostumbra y a un precio muy asequible: 5€. En él, Evola sostiene que, en los mundos tradicionales, la guerra fue una vía de realización espiritual y repasa los elementos que justifican esta aseveración, así como profundiza (menos de lo deseable, por desgracia) en los mecanismos mediante los cuales el héroe despierta dentro del guerrero y transfigura su visión de la vida a la luz de la muerte.
Al leerlo, se repite la misma sensación paradójica que suelo tener ante todos los textos que he enfrentado de este autor: por un lado la atracción por la fuerza con la que expone sus convicciones y los interesantes puntos de vista que a menudo propone, sin concesiones a la galería hasta el punto de que diría que, a veces, esa falta de matices peca de empobrecedora, aunque sin duda tiene la nobleza de la creencia firme; y por otro lado, lo rechinante de algunas de sus aproximaciones, que hay que mirar con cierto recelo y cuidarse de ellas.
En todo caso, una visión tan alejada de lo que ahora es habitual, una mentalidad tan “anti-moderna”, siempre me parece interesante y útil para valorar y contrapesar los prejuicios en los que uno vive inmerso: el igualitarismo ramplón, la democracia llevada a todos los órdenes del ser, el pacifismo estólido e incondicional, etc.. Esta obra, sin embargo, peca de una brevedad injustificable; muchas de las aseveraciones que se hacen y de las argumentaciones que se proponen quedan claramente cojas e incompletas, lo que es una pena. Con todo, su lectura aporta sin duda elementos sobre los que reflexionar y que, a aquellos que no estén familiarizados con el “pensamiento tradicional”, le pueden resultar incendiarios. A continuación me permito transcribir algunos párrafos interesantes.
“Los que juzgan las cruzadas por encima del hombro […] no sospechan que lo que ellos llaman “fanatismo religioso” es la prueba tangible de la presencia y la eficacia de una sensibilidad y de un tipo de decisión cuya ausencia caracteriza la barbarie auténtica. Porque a fin de cuentas el hombre de las Cruzadas todavía sabía alzarse, combatir y morir por un motivo que, en su esencia, era suprapolítico o suprahumano.” [La cursiva es del texto original] (pág. 39-40).
“En otras palabras, las situaciones, los riesgos, las pruebas inherentes a las hazañas guerreras provocan la aparición del “enemigo” interior, el cual, en calidad de instinto de conservación, cobardía o crueldad, lástima o furor ciego, se considera que es lo que hay que vencer en el acto mismo de combatir al enemigo exterior. Eso demuestra que el punto decisivo está constituido por la orientación interior, la permanencia inquebrantable de lo que es espíritu de lucha, sin precipitarse ciegamente ni transformarse en un animal violento, sino al contrario, dominando las fuerzas más profundas, controlando para no dejarse arrastrar nunca interiormente, mantenerse siempre dueño de sí mismo […].” (pág. 49-50).
“[El guerrero debe tener] una lucidez supraconsciente o por encima de la pasión del heroísmo […], [y conferir a sus actos ese] carácter de pureza, de absolutidad, que debe tener toda acción y que puede tener cuando se la considera desde el punto de vista de la “guerra santa”: “Considera por igual la felicidad y la aflicción, el ganar y el perder, la victoria y la derrota, y entra en el combate. Cumpliendo así tu deber no incurrirás en pecado” (Bhagavad Gītā, 2.38) Se impone así la idea de “pecado”, que no se refiere más que al estado de voluntad incompleta y de acción, interiormente alejada todavía de la elevación, con respecta a la cual significa tan poco la vida, tanto la suya como la de los demás, y en la que ninguna medida humana tiene vigencia.” (pág. 60).
Permitidme sólo una consideración a esto último: la palabra “pecado”, según tengo entendido, no existe como tal en sánscrito, ya que es un concepto estrictamente judeo-cristiano-islámico, y la traducción de la Bhagavad Gîtâ quizá no sea la más afortunada por las resonancias semíticas de la palabra. Es probable que el vocablo “pecado” no pueda usarse legítimamente fuera de los límites de las religiones del Libro. En cambio, “error” o “ignorancia” encajarían más con la visión del mundo de la tradición védica, ¿no os parece? Voy a buscar en una buena edición que tengo de la Gītā cómo está traducido este párrafo y os diré algo.