Cabalgando al Tigre

domingo, 27 abril, 2008

Fausto, de Goethe (I): la aparición del papel moneda

Filed under: Textos recomendados — by Aspirante a domador @ 12:41 am

Bueno, pues en ésta y sucesivas entradas os dejaré algunos fragmentos del Fausto, de Goethe, Ed. Espasa Calpe colección Austral Teatro, Madrid 2007 (5ª edición), 418 págs. De la edición poco que decir: el archiconocido formato de Austral, y en cuanto al contenido… pues qué queréis que os diga, la verdad es que a mí me ha decepcionado: esperaba, permitidme la ambigüedad, “más”. Desde luego, no me refiero al aspecto literario, del que no sabría qué decir, sino a la sensación de que Goethe no le saca todo el partido del que es susceptible la temática en lo que respecta a su profundización en la naturaleza humana. Eso sí, está cuajada de frases agudas, muchas dignas de convertirse en apotegmas. En cualquier caso hay algunos fragmentos que me han parecido magníficos; he aquí la deliciosa e hilarante creación del papel moneda, invento, cómo no, de Mefistófeles. Que lo disfrutéis, amigos.

———————–

Canciller (Que viene avanzando despacio.)

Bastante contento estoy en mi vejez. Oíd y ved este papel fatídico que ha transformado la pena en dicha. (Lee.) «Para todo aquel que le concierna, sépase que este billete tiene valor de mil coronas. Como garantía lleva en prenda un sinfín de tesoros enterrados en territorio imperial. Se ha ordenado, que una vez extraídos, se canjeen por aquel».

Emperador

Presiento que aquí se ha cometido un crimen, una monstruosa farsa. ¿Quién falsificó aquí la firma del Emperador? ¿Ha de quedar impune ese delito?

Tesorero

Recuerda que tú mismo esta noche lo firmaste. Hacías el papel de gran Pan y el Canciller se acerco a ti acompañado de nosotros. «Asegúrate el gran placer de la fiesta, procura el bienestar del pueblo con unos pocos trazos de pluma». Firmaste con claros trazos y esa misma noche los grabadores lo imprimieron a miles. Para que el beneficio llegara a todos por igual, timbramos la serie entera enseguida. Ya tenemos dispuestos los billetes de diez, de treinta, cincuenta y cien. No sabéis el bien que se le ha hecho al pueblo. Recuerda como estaba antes tu ciudad enmohecida por la muerte y ve como, ahora, todo vive y bulle alegremente. Aunque tu nombre ya reportaba alegría a todo el mundo, nunca ha sido hasta hoy mejor considerado. Ahora el alfabeto está de más, con este signo todo el mundo es feliz.

Emperador

¿Y mi gente lo acepta como si fuera oro? ¿A la corte y el ejército les sirve de paga? Aunque me extraña, he de dejar que esto siga adelante.

Senescal

Estos papeles no podrían frenarse; se han diseminado con la rapidez del rayo. Las casas de cambio están abiertas día y no­che y en ellas se hace honor a cada papel con oro y plata, aun­que, es cierto, con descuento. De allí se va entonces al carnicero, al panadero y a la bodega. La mitad del mundo parece solo pensar en festines y el otro medio presume con su traje nuevo. El pañero corta tela, el sastre cose. Al grito de «Viva el Emperador» mana el vino en las bodegas, allí se asa, se cuece y se hace chascar los platos.

Mefistófeles

Quien a solas pasea por las terrazas percibe a la mujer más bella magníficamente ataviada, con uno de sus ojos cubiertos por un soberbio abanico de plumas de pavo real. Nos sonríe y con la vista sigue uno de esos billetes que, con más rapidez que todo ingenio y elocuencia, nos darán los mejores dones del amor. No habrá ya que torturarse acarreando bolsas ni talegas, es fácil llevar un papelito en el pecho y este hace muy buena pareja con los billetes amorosos1. El sacerdote lo lleva en el breviario con piedad, y el soldado, para gastarlo con más presteza, se desabrocha rápido el cinturón prieto a sus riñones. Perdone, su Majestad, si parezco rebajar su obra y presentarla insignificante.

FAUSTO

La abundancia de tesoros que permanecen intactos y enterrados en vuestras tierras, yacen sin utilizarse. El pensamiento de más alcance resulta miserablemente limitado al tratar de concebir tal riqueza. La fantasía en su más alto vuelo se esfuerza y no lo logra nunca. Con todo, los espíritus dignos de contemplar lo profundo confían ilimitadamente en lo ilimitado.

Mefistófeles

Un papel de esos, en lugar del oro y las perlas, es tan cómodo. Con ellos se sabe lo que se tiene. No hacen falta ni regateos ni cambios para embriagarse de vino y de amor. Si se quiere me­tal, siempre hay cambistas. Si éste falta, se cava durante un tiempo. Las copas y las cadenas se ofertan en subasta y el papel se amortiza para vergüenza del escéptico, que se ríe de nosotros. Nada es mejor en cuanto uno se ha acostumbrado. Desde hoy en las tierras del imperio habrá suficientes joyas, oro y papel.

Emperador

Mi imperio te agradece este alto bien. Si es posible, mi premio será de igual valor que tu servicio. Te confío el subsuelo del im­perio; serás un digno custodio de los tesoros. Conoces su riqueza grande y bien guardada y, siempre que se cave, se hará siguiendo tus consejos. Poneos de acuerdo, encargaos de nuestros tesoros, desempeñad con alegría las responsabilidades de vuestro cargo, donde felizmente se unen el mundo superior y el de abajo.

Tesorero

No tendremos entre nosotros ni la más mínima disputa. Me gusta el hechicero de colega. (Sale con Fausto.) (Págs. 230-233)

 

1 No hay que confundir los billetes de curso corriente, cuya recepción en el mundo moderno es magistralmente descrita por Goethe en esta escena del Jardín de recreo, y los billetes, cartas breves de tipo amoroso en las que se comunicaban afectos y por las que se concertaban citas. Aquí el autor se refiere a como los tratos de amor venal resultaran ahora, con el papel moneda, mucho más sencillos.

6 comentarios »

  1. Y parece de veras increíble todo lo que se hace por poseer ese «papel moneda» -hoy también convertido en el «dinero de plástico» (las inefables e indoloras «tarjetas de crédito») o también el así llamado «dinero electrónico»-. ¡Cuánto no se hace y deshace a diario, cotidianamente, por esos papeles!

    Un amigo nos comentaba hace tiempo que el hombre moderno (incluyendo la parte que nos toca en ello cuando nos convertimos en «consumidores» de lo que fuere y arrastramos nuestros carritos en las avenidas de los supermercados) ya practicamente ha sustituído todo vestigio de su religión por aquella otra «religión de los centavos»…

    En nuestras faenas laborales todos hemos observado esos manojos de billetes que van y vienen haciendo de las suyas y sacando a relucir desde lo mejor hasta lo peor de los humanos. Mefistófeles debe estar festejando en grande su papel de gran Tesorero.

    Nos hemos acordado de pronto, también, de una escena de la famosa película titulada «El abogado del diablo». El abogado «Mefistofélico» [interpretado por Al Pacino] está de pie en la azotea de un rascacielos neoyorkino junto con su «aprendiz» [Keanu Reves]. -«Pídeme lo que quieras!» le instiga el abogado al aprendiz.Éste último se queda pensativo. Leyendo su mente, el abogado del diablo suelta una gran carcajada y exclama: «¡¿Dinero!?…ja, ja, ja…. ¿eso es todo? Yo esperaba más imaginación… el dinero es lo más fácil… es lo que todos piden…». [cito de memoria].

    El punto es que se plantea qué tipo de relación se establece con el dinero en sí. O con el daimon del «dinero». Podríamos parafrasear un poco a Nietzsche, haciendo una particularísima aplicación de una de sus máximas: El dinero, visto como herramienta, concede una cierta movilidad y una cierta libertad, pero surgiría la pregunta del filósofo: «¿Te dices libre? (…) ¿Libre para hacer Qué cosa?».

    * * *

    Un cordial saludo.

    Comentarios por Alejandro Ochoa Machain — miércoles, 30 abril, 2008 @ 6:34 am |Responder

  2. Los iconos gestuales, que normalmente no utilizo, me han jugado una broma… pero en fin… ya están ahí.

    Comentarios por Alejandro Ochoa Machain — miércoles, 30 abril, 2008 @ 6:36 am |Responder

  3. Sí, recuerdo la película que comentas, había momentos interesantes en ella (como el que por cierto comentas), pero creo que se le podía haber sacado más partido; eso sí, Al Pacino estaba impresionante de Maligno. Es una pena que en general esté tan mal tratado; el problema del mal mal me atrae mucho.
    En cuanto a los emoticonos, no hay manera: han hecho algún cambio en el programa y cuando combinas ciertos signos de puntuación aparecen irremisiblemente. Lo siento. Un cordial saludo.

    Comentarios por Aspirante a domador — miércoles, 30 abril, 2008 @ 8:19 am |Responder

  4. […] Textos recomendados — by Aspirante a domador @ 8:24 pm Aquí os dejo un breve párrafo de Fausto que describe magistralmente la angustia del buscador: Fausto recuerda cómo su desesperación ante […]

    Pingback por Fausto, de Goethe (II): la angustia del buscador « Cabalgando al Tigre — viernes, 2 May, 2008 @ 8:24 pm |Responder

  5. […] — by Aspirante a domador @ 9:15 am Tags: fausto, goethe, homunculo Continuando con Fausto, os dejo ahora el magnífico pasaje en el que Wagner, desafiando a la Naturaleza, trata de crear un […]

    Pingback por Fausto, de Goethe (III): la creación del homúnculo « Cabalgando al Tigre — viernes, 9 May, 2008 @ 9:15 am |Responder

  6. […] by Aspirante a domador @ 9:30 am Tags: citas, fausto, goethe Por último, y terminando ya con Fausto, os dejo algunas citas que me han gustado espigadas de aquí y de allá. Confío en que alguna […]

    Pingback por Fausto, de Goethe (y IV): Algunas citas « Cabalgando al Tigre — viernes, 16 May, 2008 @ 9:30 am |Responder


RSS feed for comments on this post. TrackBack URI

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.