He seleccionado para vuestros caletres algunos fragmentos de este interesante texto: Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, de Zygmunt Bauman, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2005, 203 págs. (trad. de Mirta Rosenberg y Jaime Arrambide). Éste no es el primer libro de Bauman que he extractado aquí: también Vida líquida ha pasado por la turmix. Sobre Amor líquido os diré que alterna, igual que Vida líquida, observaciones muy agudas con otras a mi parecer algo más romas, quizá por algún prejuicio muy marcado. De todos modos, esto, amén de no ser más que una impresión personal, no desmerece en absoluto la lectura atenta de este trabajo… al menos en sus primeras 110 páginas. Después los temas se van alejando del foco que considero más interesante, el amor desde el punto de vista del individuo, para darle una orientación más sociológica. El último capítulo de los cuatro que componen el libro está, de hecho, dedicado íntegramente a analizar las consecuencias de la globalización desde la perspectiva de los grupos humanos.
En cuanto a la traducción, pues bueno, más o menos correcta, aunque adolece de lo de siempre en estos casos: giros poco familiares y algún anglicismo inaceptable, como por ejemplo traducir lo que supongo que en el original será “to dispose of” por “disponer de”, en lugar de “deshacerse de” (pág. 72).
En esta primera entrega, os dejo el prólogo al completo, que sintetiza la tesis fundamental de la obra, a saber: que las relaciones entre individuos han cambiado, se han licuado. Bauman analiza con agudeza las ambivalencias resultantes, la tensión entre la aplicación de un modelo opuesto a las necesidades de seguridad de la afectividad humana y la inevitabilidad de dicho modelo, al vivir inmersos en un mundo que requiere constante cambio y adaptación. ¿Cómo lograr la cuadratura de este círculo?
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Ulrich, el héroe de la gran novela de Robert Musil, era -tal como lo anunciaba el título de la obra— Der Mann ohne Eigenschaflen: el hombre sin atributos. Al carecer de atributos propios, ya fueran heredados o adquiridos irreversiblemente y de manera definitiva, Ulrich debía desarrollar, por medio de su propio esfuerzo, cualquier atributo que pudiera haber deseado poseer, empleando para ello su propia inteligencia e ingenio; pero sin garantías de que esos atributos duraran indefinidamente en un mundo colmado de señales confusas, con tendencia a cambiar rápidamente y de maneras imprevisibles.
El héroe de este libro es Der Mann ohne Verwandtschaften, el hombre sin vínculos, y particularmente sin vínculos tan fijos y establecidos como solían ser las relaciones de parentesco en la época de Ulrich. Por no tener vínculos inquebrantables y establecidos para siempre, el héroe de este libro -el habitante de nuestra moderna sociedad líquida— y sus sucesores de hoy deben amarrar los lazos que prefieran usar como eslabón para ligarse con el resto del mundo humano, basándose exclusivamente en su propio esfuerzo y con la ayuda de sus propias habilidades y de su propia persistencia. Sueltos, deben conectarse… Sin embargo, ninguna clase de conexión que pueda llenar el vacío dejado por los antiguos vínculos ausentes tiene garantía de duración. De todos modos, esa conexión no debe estar bien anudada, para que sea posible desatarla rápidamente cuando las condiciones cambien… algo que en la modernidad líquida seguramente ocurrirá una y otra vez.
Este libro procura desentrañar, registrar y entender esa extraña fragilidad de los vínculos humanos, el sentimiento de inseguridad que esa fragilidad inspira y los deseos conflictivos que ese sentimiento despierta, provocando el impulso de estrechar los lazos, pero manteniéndolos al mismo tiempo flojos para poder desanudarlos.
Al carecer de la visión aguda, la riqueza de la paleta y la sutileza de la pincelada de Musil —de hecho, cualquiera de esos exquisitos talentos que convirtieron a Der Mann ohne Eigenschaften en el retrato definitivo del hombre moderno— tengo que limitarme a esbozar una carpeta llena de burdos bocetos fragmentarios en vez de pretender un retrato completo, y menos aún definitivo. Mi máxima aspiración es lograr un identikit, un fotomontaje que puede contener tanto espacios vacíos como espacios llenos. E incluso esa composición final será una tarea inconclusa, que los lectores deberán completar.
El héroe principal de este libro son las relaciones humanas. Los protagonistas de este volumen son hombres y mujeres, nuestros contemporáneos, desesperados al sentirse fácilmente descartables y abandonados a sus propios recursos, siempre ávidos de la seguridad de la unión y de una mano servicial con la que puedan contar en los malos momentos, es decir, desesperados por «relacionarse». Sin embargo, desconfían todo el tiempo del «estar relacionados», y particularmente de estar relacionados «para siempre», por no hablar de «eternamente», porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sienten capaces ni deseosos de soportar, y que pueden limitar severamente la libertad que necesitan -sí, usted lo ha adivinado— para relacionarse…
En nuestro mundo de rampante «individualización», las relaciones son una bendición a medias. Oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla, y no hay manera de decir en qué momento uno se convierte en la otra. Casi todo el tiempo ambos avatares cohabitan, aunque en niveles diferentes de conciencia. En un entorno de vida moderno, las relaciones suelen ser, quizá, las encarnaciones más comunes, intensas y profundas de la ambivalencia. Y por eso, podríamos argumentar, ocupan por decreto el centro de atención de los individuos líquidos modernos, que las colocan en el primer lugar de sus proyectos de vida.
Las «relaciones» son ahora el tema del momento y, ostensiblemente, el único juego que vale la pena jugar, a pesar de sus notorios riesgos. Algunos sociólogos, acostumbrados a elaborar teorías a partir de las estadísticas de las encuestas y de convicciones de sentido común, como las que registran esas estadísticas, se apresuran a concluir que sus contemporáneos están dispuestos a la amistad, a establecer vínculos, a la unión, a la comunidad. De hecho, sin embargo (como si se cumpliera la ley de Martin Heidegger, que afirma que las cosas se revelan a la conciencia solamente por medio de la frustración que causan, arruinándose, desapareciendo, comportándose de manera inesperada o traicionando su propia naturaleza), la atención humana tiende a concentrarse actualmente en la satisfacción que se espera de las relaciones, precisamente porque no han resultado plena y verdaderamente satisfactorias; y si son satisfactorias, el precio de la satisfacción que producen suele considerarse excesivo e inaceptable. En su famoso experimento, Miller y Dollard observaron que sus ratas de laboratorio alcanzaban un pico de conmoción y agitación cuando «la adiance igualaba la abiance», es decir, cuando la amenaza de una descarga eléctrica y la promesa de una comida apetitosa estaban perfectamente equilibradas…
No es raro que las «relaciones» sean uno de los motores principales del actual «boom del counselling*«. Su grado de complejidad es tan denso, impenetrable y enigmático que un individuo rara vez logra descifrarlo y desentrañarlo por sí solo. La agitación de las ratas de Miller y Dollard casi siempre se diluía en la inacción. La incapacidad de elegir entre atracción y repulsión, entre esperanza y temor, desembocaba en la imposibilidad de actuar. A diferencia de las ratas, los seres humanos que se encuentran en circunstancias semejantes pueden recurrir al auxilio de expertos consultores que ofrecen sus servicios a cambio de honorarios. Lo que esperan escuchar de boca de ellos es cómo lograr la cuadratura del círculo: cómo comerse la torta y conservarla al mismo tiempo, cómo degustar las dulces delicias de las relaciones evitando los bocados más amargos y menos tiernos; cómo lograr que la relación les confiera poder sin que la dependencia los debilite, que los habilite sin condicionarlos, que los haga sentir plenos sin sobrecargarlos…
Los expertos están dispuestos a asesorar, seguros de que la demanda de asesoramiento jamás se agotará, ya que no hay consejo posible que pueda hacer que un círculo se vuelva cuadrado… Sus consejos abundan, aunque con frecuencia apenas logran que las prácticas comunes asciendan al nivel del conocimiento generalizado, y éste a su vez a la categoría de teoría erudita y autorizada. Los agradecidos destinatarios del consejo revisan las columnas sobre «relaciones» de los suplementos semanales o mensuales de los periódicos serios y menos serios buscando escuchar de las personas «que saben» lo que siempre han querido escuchar, ya que son demasiado tímidos o pudorosos como para decirlo por sí mismos; de ese modo se enteran de las idas y venidas de «otros como ellos» y se consuelan como pueden con la idea, respaldada por expertos, de que no están solos en sus solitarios esfuerzos por enfrentar esa encrucijada.
A través de la experiencia de otros lectores, reciclada por los counsellors, los lectores se enteran de que pueden intentar establecer «relaciones de bolsillo», que «se pueden sacar en caso de necesidad», pero que también pueden volver a sepultarse en las profundidades del bolsillo cuando ya no son necesarias. O de que las relaciones son como la Ribena**: si se la bebe sin diluir, resulta nauseabunda y puede ser nociva para la salud… -al igual que la Ribena, las relaciones deben diluirse para ser consumidas-. O de que las «parejas abiertas» son loables por ser «relaciones revolucionarias que han logrado hacer estallar la asfixiante burbuja de la pareja». O de que las relaciones, como los autos, deben ser sometidas regularmente a una revisión para determinar si pueden continuar funcionando. En suma, se enteran de que el compromiso, y en particular el compromiso a largo plazo, es una trampa que el empeño de «relacionarse» debe evitar a toda costa. Un consejero experto informa a los lectores que «al comprometerse, por más que sea a medias, usted debe recordar que tal vez esté cerrándole la puerta a otras posibilidades amorosas que podrían ser más satisfactorias y gratificantes». Otro experto es aún más directo: «Las promesas de compromiso a largo plazo no tienen sentido… Al igual que otras inversiones, primero rinden y luego declinan». Y entonces, si usted quiere «relacionarse», será mejor que se mantenga a distancia; si quiere que su relación sea plena, no se comprometa ni exija compromiso. Mantenga todas sus puertas abiertas permanentemente.
Si uno les preguntara, los habitantes de Leonia, una de las «ciudades invisibles» de ítalo Calvino, dirían que su pasión es «disfrutar de cosas nuevas y diferentes». De hecho, cada mañana «estrenan ropa nueva, extraen de su refrigerador último modelo latas sin abrir, escuchando los últimos jingles que suenan desde una radio de última generación». Pero cada mañana «los restos de la Leonia de ayer esperan el camión del basurero», y uno tiene derecho a preguntarse si la verdadera pasión de los leonianos no será, en cambio, «el placer de expulsar, descartar, limpiarse de una impureza recurrente». Si no es así, por qué será que los barrenderos son «bienvenidos como ángeles», aun cuando su misión está «rodeada de un respetuoso silencio». Es comprensible: «una vez que las cosas han sido descartadas, nadie quiere volver a pensar en ellas».
Pensemos…
¿Los habitantes de nuestro moderno mundo líquido no son como los habitantes de Leonia, preocupados por una cosa mientras hablan de otra? Dicen que su deseo, su pasión, su propósito o su sueño es «relacionarse». Pero, en realidad, ¿no están más bien preocupados por impedir que sus relaciones se cristalicen y se cuajen? ¿Buscan realmente relaciones sostenidas, tal como dicen, o desean más que nada que esas relaciones sean ligeras y laxas, siguiendo el patrón de Richard Baxter, según el cual se supone que las riquezas deben «descansar sobre los hombros como un abrigo liviano» para poder «deshacerse de ellas en cualquier momento»? En definitiva, ¿qué clase de consejo están buscando verdaderamente? ¿Cómo anudar la relación o cómo -por si acaso- deshacerla sin perjuicio y sin cargos de conciencia? No hay respuestas fáciles a esa pregunta, aunque es necesario formularla, y seguirá siendo formulada mientras los habitantes del moderno mundo líquido sigan debatiéndose bajo el peso abrumador de la tarea más ambivalente de las muchas que deben enfrentar cada día.
Tal vez la idea misma de «relación» aumente la confusión. Por más arduamente que se esfuercen los desdichados buscadores de relaciones y sus consejeros, esa idea se resiste a ser despojada de sus connotaciones perturbadoras y aciagas. Sigue cargada de vagas amenazas y premoniciones sombrías: transmite simultáneamente los placeres de la unión y los horrores del encierro. Quizás por eso, más que transmitir su experiencia y expectativas en términos de «relacionarse» y «relaciones», la gente habla cada vez más (ayudada e inducida por consejeros expertos) de conexiones, de «conectarse» y «estar conectado». En vez de hablar de parejas, prefieren hablar de «redes». ¿Qué ventaja conlleva hablar de «conexiones» en vez de «relaciones»?
A diferencia de las «relaciones», el «parentesco», la «pareja» e ideas semejantes que resaltan el compromiso mutuo y excluyen o soslayan a su opuesto, el descompromiso, la «red» representa una matriz que conecta y desconecta a la vez: la redes sólo son imaginables si ambas actividades no están habilitadas al mismo tiempo. En una red, conectarse y desconectarse son elecciones igualmente legítimas, gozan del mismo estatus y de igual importancia. ¡No tiene sentido preguntarse cuál de las dos actividades complementarias constituye «la esencia» de una red! «Red» sugiere momentos de «estar en contacto» intercalados con períodos de libre merodeo. En una red, las conexiones se establecen a demanda, y pueden cortarse a voluntad. Una relación «indeseable pero indisoluble» es precisamente lo que hace que una «relación» sea tan riesgosa como parece. Sin embargo, una «conexión indeseable» es un oxímoron: las conexiones pueden ser y son disueltas mucho antes de que empiecen a ser detestables.
Las conexiones son «relaciones virtuales». A diferencia de las relaciones a la antigua (por no hablar de las relaciones «comprometidas», y menos aún de los compromisos a largo plazo), parecen estar hechas a la medida del entorno de la moderna vida líquida, en la que se supone y espera que las «posibilidades románticas» (y no sólo las «románticas») fluctúen cada vez con mayor velocidad entre multitudes que no decrecen, desalojándose entre sí con la promesa «de ser más gratificante y satisfactoria» que las anteriores. A diferencia de las «verdaderas relaciones», las «relaciones virtuales» son de fácil acceso y salida. Parecen sensatas e higiénicas, fáciles de usar y amistosas con el usuario, cuando se las compara con la «cosa real», pesada, lenta, inerte y complicada. Un hombre de Bath, de 28 años, entrevistado en relación con la creciente popularidad de las citas por Internet en desmedro de los bares de solas y solos y las columnas de corazones solitarios, señaló una ventaja decisiva de la relación electrónica: “uno siempre puede oprimir la tecla ‘delete’”.Como si obedecieran a la ley de Gresham, las relaciones virtuales (rebautizadas «conexiones») establecen el modelo que rige a todas las otras relaciones. Eso no hace felices a los hombres y las mujeres que sucumben a esa presión; al menos no los hace más felices de lo que eran con las relaciones previrtuales. Algo se gana, algo se pierde.
Tal como señaló Ralph Waldo Emerson, cuando uno patina sobre hielo fino, la salvación es la velocidad. Cuando la calidad no nos da sostén, tendemos a buscar remedio en la cantidad. Si el «compromiso no tiene sentido» y las relaciones ya no son confiables y difícilmente duren, nos inclinamos a cambiar la pareja por las redes. Sin embargo, una vez que alguien lo ha hecho, sentar cabeza se vuelve aún más difícil (y desalentador) que antes —ya que ahora carece de las habilidades que podrían hacer que la cosa funcionara-. Seguir en movimiento, antes un privilegio y un logro, se convierte ahora en obligación. Mantener la velocidad, antes una aventura gozosa, se convierte en un deber agotador. Y sobre todo, la fea incertidumbre y la insoportable confusión que supuestamente la velocidad ahuyentaría, aún siguen allí. La facilidad que ofrecen el descompromiso y la ruptura a voluntad no reducen los riesgos, sino que tan sólo los distribuyen, junto con las angustias que generan, de manera diferente.
Este libro está dedicado a los riesgos y angustias de vivir juntos, y separados, en nuestro moderno mundo líquido. (Págs. 7-14)
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* Asesoramiento psicológico [N. del Aspirante]
** Una bebida frutal concentrada que se diluye, consumida comúnmente en el Reino Unido.
He tenido este libro varias veces en las manos pero al final nunca llegó a la caja registradora … tampoco me lo llevé sin pagar, ojo, quiero decir que no me decidí a comprarlo. Leeré con interés tu selección de textos.
Comentarios por filousia — sábado, 21 julio, 2007 @ 11:29 pm |
[…] entrega de Amor líquido, en las cuales Bauman trata, a nivel psicológico y afectivo, las naturalezas del amor y del deseo. […]
Pingback por Amor líquido (II): sobre el amor y el deseo « Cabalgando al Tigre — martes, 24 julio, 2007 @ 9:30 am |
[…] hidrólisis del Amor líquido. Como en la anterior entrega, los epígrafes son míos, pero las negritas son del […]
Pingback por Amor líquido (III): acerca del sexo « Cabalgando al Tigre — lunes, 30 julio, 2007 @ 8:59 am |
[…] Guardado en: Textos recomendados — by Aspirante a domador @ 9:25 am Última hidrólisis de Amor líquido; un pequeño totum revolutum sobre la forma y el significado que los vínculos han adquirido en el […]
Pingback por Amor líquido (y IV): vínculos líquidos « Cabalgando al Tigre — martes, 7 agosto, 2007 @ 9:25 am |
un libro excelente p mi criterio
esplendido ;););)
Leanloo Gentee
un Grande Baaumann
Comentarios por soledad — lunes, 14 julio, 2008 @ 12:03 am |
muy interesante… tu sabes de donde puedo descargarlo completo? Te agradeceria mucho!
Comentarios por Camila — domingo, 1 febrero, 2009 @ 4:32 am |
No creo que esté en la red, pero al comienzo del post tienes todos los datos para encontrarlo. Un saludo.
Comentarios por Aspirante a domador — lunes, 2 febrero, 2009 @ 10:47 am |
A juzgar por el extracto del libro y los comentarios, parece se trata de un buen libro para entender la dinámica y el vértigo del siglo XXI; particularmente, los sentimientos de las nuevas generaciones.Vale.
Comentarios por Manuel Octavio — jueves, 30 julio, 2009 @ 11:01 pm |
hola que buena foto la del corazon
Comentarios por niiity — viernes, 11 septiembre, 2009 @ 9:40 pm |
hola que buena foto la del corazón
Comentarios por luzdary — domingo, 13 marzo, 2011 @ 12:51 am |
hola ne gustaria saber en que portal lo puedo descargar completo…
Comentarios por zuny — sábado, 16 junio, 2012 @ 10:51 pm |
He leído esta obra de Bauman, recomendado para realizar un trabajo practico, realmente me parece que hace una radiografía de los tiempos modernos en los que me ha tocado criar a mis hijas, formar una familia con lazos duraderos, perdurable, con el lógico temor de ser considerados anticuados, fuera de época y sentir que remas contra la corriente.
Se lo regalé a mi esposo con una dedicatoria: » Para el amor de mi vida. Para quien representa, un amor NO LIQUIDO, NI EFÍMERO, sino DURADERO, más allá de la muerte.»
A mi modo de ver y humilde entender, Bauman ha logrado plasmar en su obra en el juego de los contrarios, que hay que arriesgarse a amar, a no temer al otro, a brindarse a la amistad, no temer a hacer el nudo del lazo lo más fuerte que se pueda, para que no sea fácil desatar.
Comentarios por Silvi Segovia — miércoles, 31 octubre, 2012 @ 3:47 am |